Recuerdo, como algo muy lejano, la historia que nos pertenece.
Recuerdo cómo fuimos capaces de malversar un futuro en pasado.
Rememoro unos días, ¿soñados?, en que tú y yo…
Mi mente navega entre olas y recuerdos, inventándote o no,
llenándome la cabeza de palabras de amor, deseos,
llamadas por teléfono, besos encendidos y luces apagadas,
de noches enteras abrazados,
buenos días roncos y despeinados,
paseos, manos cogidas, miradas, sonrisas, viajes al cielo.
Mi mente, fértil, acostumbrada a inventar historias,
te pinta en mi cabeza, alta, casi rubia, guapa,
con una sonrisa que promete un mundo
y unos ojos que no callan.
Mi mente, quizás para alimentar la soledad del corazón,
me dibuja un cuerpo que recorrí,
unos labios que me besaron,
y una voz afirmando cuánto me quería.
Mi mente, loca, soñadora, creída, idiota,
trata de convencerme de que hubo noches y días compartidos,
risas mutuas, cosas de ambos, los dos, nosotros…
Mi mente, que no sabe, que no acierta,
había escrito mi vida junto a la tuya,
había llenado todas mis agendas con tu nombre,
todas mis citas, mis sueños, mi boca,
mi pensamiento, los próximos mil años,
las mil siguientes vidas.
Mi mente, lo siento, está rota.
Francisco de Sales