Porque no estabas
y tenía que decírtelo;
porque no podías escuchar
mi voz que era un lamento;
porque necesitaba
vaciar el amor retenido;
porque ansiaba
deshacer mis inútiles silencios…
te miré cara a cara,
y te ofrecí un llanto
empapado de penas.
Sin más que poder decirte,
porque no estabas,
regresé donde vive la vida,
y reincidí en el llanto,
esta vez por mí
y para mí.
Francisco de Sales