La Diosa Shatki,
coronada con una cabellera cobriza
de rizos ordenadamente insurrectos,
se despoja de la vestimenta,
y del pudor y del tiempo,
para entregarse a su compañero.
Cuelga su pudor en la percha
y los problemas en el olvido;
saca de su corazón los sentimientos,
y de su voz las palabras más enamoradas,
aunque siempre se las calla.
Se entrega completamente.
Toda ella.
Su amor entero y abierto.
Sus abrazos florecidos.
Su cuerpo de Virgen.
La Diosa Shatki
se encarna en mujer tierna,
llena de besos acariciantes,
y se expone ante su amante
abierta a todo lo que venga.
Acaricia con sus manos dulces
recorriéndole con estremecimientos;
las yemas de los dedos juegan
al hurgar en las intimidades;
la lengua recorre los senderos invisibles
que atraviesan su cuerpo;
los ojos cerrados la abstraen,
y así recorren juntos, de la mano simbólica,
los caminos que sólo a ellos les pertenecen;
el mundo es solamente para esos amantes
ya que sólo existen las paredes
y los gemidos que abundan por la estancia.
La Dios Shatki
se hace mujer para disfrutar los placeres carnales,
para sentir las caricias de su amado,
para ser femenina y tierna,
ansiosa de cuidados y atenciones,
reina de un corazón ajeno,
y el deseo absoluto de un simple humano.
Francisco de Sales