Me gustaría encontrarme,
cara a cara y de tú a tú,
con ese Dios con el que llevo
setenta años de distancia y discrepancia.
Yo quiero,
pero no sé si Él quiere.
Igual ya está harto de mí.
Parece que no hablamos el mismo idioma
y esto está siendo un gran problema.
Es cierto que nuestro NO diálogo
está mal construido
porque el silencio de sus respuestas
no aclara mis dudas.
Le siento algunas veces,
no le siento en la mayoría de las ocasiones.
Detesto esta falta de fe, este cuestionarlo todo,
estas dudas de ahora sí y luego no,
y la falta de una Presencia innegable
que hoy es invisible a mis ojos.
No sé Verle.
Será eso.