La verdad ingrata

Me duele la perfección de tu cuerpo

joven y deseable;

en el mío se acumulan

arrugas, gorduras y años.

¿Cuántos tienes?, ¿veinte?

yo tengo setenta y siete.

Me queda poco futuro

y además no se presenta atrayente.

Me iré y te quedarás

y eso también me duele.

Es una envidia malsana,

inútil y contraproducente,

que me roba ilusión y energía,

me roba esperanza y sonrisas,

me duele y me aplasta.

Algunas verdades no son agradables.

Otras verdades son inamovibles.

Otras crueles.

La verdad se convierte en innegociable,

no cambia a mi gusto,

no cumple mis deseos,

no respeta mis sentimientos.

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