Es una tarea ardua
y poco gratificante
este pasear entre lágrimas
por los más penosos pesares,
caer en los vacíos de mi alma,
añorar con desesperación,
morir dos veces al día
y luego renacer sin ganas.
Es una tarea dolorosa
mirar cara a cara a mis fracasos,
sin maquillarlos,
y enfrentarme a las aristas venenosas
de un pasado malbaratado.
Es una tarea incruenta
poner luz en mi presente
y pedirle prodigios al futuro,
perdón a mi pasado,
reparar todo lo que rompí
-haciendo magia o milagros-,
borrar lo que dije mal
-las palabras rompen corazones-,
reinventar mi vida
-¡qué dicha!-,
amar mis descalabros
-a pesar del dolor que me producen-
y abrazarme sin rencor.