Algunos seres nacen
para darse enteros,
darse del todo a todos,
sin reservarse la mejor tajada.
La felicidad les llega de la calle,
de las manos de otras personas
o de los amigos o conocidos
que el destino les regala.
No dolerían tanto las cosas dolorosas
si se conociese su razón.
Eso de que te quiten los seres queridos,
y que los que quieres no te quieran
y a los que diste todo te roben,
que te paguen tu generosidad con desencantos
y te nieguen la paz para tus días…
si no aparece la iluminación pronto
se quedarán en la incomprensión
desconcertada
de los dolores injustificados,
de los puñales inmerecidos.