A su entierro acudieron
pájaros de todas las alcurnias,
Cónsules de todos los países,
la parte de su futuro que estaba sin usar,
las noches de más claridad,
marquesas con diez nombres y apellidos nobles,
el Primer Ministro de Nueva Zelanda
y el resplandor del sol.
En su entierro lloraron
los payasos tristes,
las niñas del parvulario,
todas las señoras de su generación,
cien cantantes de fados,
los amaneceres – que se sintieron huérfanos-,
su pasado,
plañideras con gran oficio
y una mar de nostalgias
Y yo.