El olvido y los recuerdos

Por el desagüe del olvido

se van muchas de mis alegrías

y pocas de mis penas.

No se lleva los recuerdos que duelen,

los que matan.

Me los deja a conciencia

para que malviva en ellos o con ellos.

Será que me tengo tanto rencor,

que tanta intolerancia me habita,

que no soy capaz de deshacerme de mis errores

y los amarro para que no desaparezcan:

me enveneno con ellos.

El olvido, queda claro, no juega a mi favor.

Me devuelve mis envíos.

No puedo olvidar,

o no quiero olvidar,

y no olvido.

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