No sé
cuántas veces más
tendré que aplacar mis recuerdos,
consolarlos,
acariciar sus puñaladas
para que no me duelan,
para que dejen ir por el desagüe
tantas inutilidades
que almaceno envueltas en sangre;
para sanar las heridas,
enjugar los llantos almacenados,
abrazarme en lo desvalido,
y alentar mi poca esperanza
para que no se desanime.
No sé
cuántas veces más
me despertaré sin consuelo,
rogando a los recuerdos
que por fin
me perdonen
y se vayan.