No me dieron ni la mitad de lo que me prometieron.
Me quedé aferrado a mi bandera de libertad
y buenas voluntades y sólo pude salir a la calle
enarbolando el pañuelo blanco de la rendición.
Me atacaron por todos lados
exhibiendo su pánfila indiferencia, unos,
y sus colmillos ensangrentados, otros.
No puede dar más pasos.
El camino a la libertad –o a la vida-
se tornó camino a la derrota –o la muerte-.
Reculé, impreciso y desganado,
a mi lugar de origen, a mis pies en tierra,
saliéndome de los sueños incumplidos
y su correspondiente tragedia.
Revisé mis principios
y ya no estaban intactos;
mis ilusiones lucían avergonzadas
las nobles heridas de guerra.
Seguí.
Sigo.
El destino sigue lejos, pero intacto.
La esperanza salió indemne del embate
y aún mantiene su verde color a salvo.
Volveré a intentarlo.
No me han cortado las alas.
Mis ideales siguen vivos.
Mañana puede empezar un nuevo mañana.