¿Es recomendable hacerse preguntas?

¿Y si no existe el Cielo

y este continuo tragar espantos

nunca será compensado?

¿Y si la fe es tan solo una artimaña,

una mentira glorificada,

un invento interesado o una mentira?

¿Y si el odio es natural

y no la cara oscura del amor?

¿Y si el pecado no mancha

sino que redime, premia,

y es insospechadamente puro?

¿Y si el infierno es también un Paraíso

que está en otra planta?

¿Y si hay preguntas que no tienen respuesta

y sólo sirven para socavar cimientos?

¿Y si estamos equivocados,

de arriba abajo,

de este a oeste,

desde el principio hasta el final?

¿Y si es mejor huir

de las preguntas pretenciosas,

de las dudas y las inquietudes,

y dejar solo las blancas y blandas,

las que hacen el mismo efecto

que si no se preguntaran?

¿Y si preguntar es herirse,

inquietarse, ponerse trampas,

envenenarse con dudas?

¿Y si es mejor la ignorancia,

creer que no pasa nada,

desoír las dudas,

y responderlas siempre

con un silencioso vacío

y un relajante punto final?

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