No tenía un nombre al que amarrarse,
una calle en la que perderse,
un árbol de frutos o frutas,
el destino endulzado de alegrías,
un jazmín, una nube, doce auroras…
No tenía ojos que mariposearan,
ni un aura multicolor o felino,
ni plaza en la esperanza,
secretos en los que esconderse,
o una madre de esas que son un cielo…
No tenía una luna hechicera,
los bolsillos llenos de sonrisas,
mil colores en los sueños,
el infinito en su porvenir,
la alegría por bandera…
No tenía un alma niña,
el corazón habitado de besos,
margaritas en la boca,
ni un rosario de cuentas claras,
ni una sonrisa de estrella.
Nada tenía.
Francisco de Sales