Escapaban de su mano
un escapulario
y un rosario de palo santo.
Al lado de su cuerpo
un libro de oraciones
y la estampa de un San Luis.
Salpicada por la sangre
una Biblia pequeña
de letras apretadas.
Inertes, sobre su corazón muerto,
la medallita de una Virgen
y una cruz de buena plata.
El asesino no respetó a la beata.
A la muerte no le importó
adelantar la fecha del encuentro.
Algunas veces el destino no manda
y parece que Dios se ha vuelto loco.
Francisco de Sales