Siempre atento a sus contradicciones,
resolvió con ecuación simple
que el amor y el desamor
no sólo comparten el final gramatical,
sino también su destino.
Por ilógica deducción
dedujo que se necesitaban,
por motivos atávicos que no vienen al caso,
y que son almas inseparables
que sólo se separan en el caso común
de que fallezca uno de ellos.
Concluyó su tesina de humo
evitando justificar la osadía de su propuesta
y llevarla más allá del juego de palabras,
hasta la verdad o la derrota.
Prefirió ser filósofo innovador, arriesgado,
brutalmente incomprendido,
y elevarse a los altares de su propio martirio.
Francisco de Sales