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digo:

Amor:

encaramado al altar donde te venero

como ángel rubicundo, como ser alado,

te veo, entre brillos y destellos, plata y oro,

toda tú virginal y amada,

y ya no puedo ver otra magia, otro sueño,

que tus ojos color Dios, color Cielo.

donde debiera decir:

Isabel:

no cambio de idea,

no me dejo atrapar por tus desencantos;

te veo tal como eres:

carne, huesos, agua, elementos.

Ni siquiera el alcohol me ayuda a soportarte,

ni a soportar tu mirada torva y tus desvaríos.

” El momento en que la pasión

se convierte en ridículo es,

siempre,

un descubrimiento de los demás”.

Francisco de Sales

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