Pegaba la nariz al cristal
y miraba cómo te movías por la tienda,
ordenando la ropa por tallas,
absorta y ensimismada,
desatenta a mis miradas,
ajena a mis pensamientos.
Entonces yo no sabía lo que hacía,
aunque hacía lo que quería.
Verte,
eso es lo que quería.
Y eso hacía.
Verte atender a las señoras,
sonreír amablemente siempre,
controlar el orden en la tienda…
y no mirar hacia mí.
Así somos los amantes secretos.
Así eras tú.
Así era yo.