Martes.
Asegura el calendario que es martes.
Si fuera jueves nada cambiaría.
O domingo.
Esto se ha convertido en una rutina:
pedir a primera hora de la mañana
que se acabe pronto el día
y ver la lentitud exasperante
con que se mueven los segundos;
contar cuántos siglos dura un minuto
y agitar el reloj por si se hubiese parado.
Y al llegar la noche digo al acostarme
“otro día menos”.
Es triste padecer esta apatía,
esta muerte en vida.
Martes.
Mierda de martes.
Y si fuera jueves,
mierda de jueves.
Mierda de todo.
Mierda.