No encuentro la puerta de salida
de este laberinto del carajo,
ni sé acallar esas voces que no son mías
pero resuenan en mi interior,
a mi pesar, sin mi permiso.
No encuentro el inicio de la calma,
la punta del ovillo que me lleve a la paz,
la primera letra de otro futuro,
una luz encendida o una esperanza viva.
No encuentro un sueño que no esté roto,
ni un camino que sea el mío,
ni un silencio que no me mate,
ni la forma imbatible de decir quiero vivir.
No encuentro cómo seguir sin romperme,
cómo callar o cómo decir,
cuándo mirar sin herirme,
cuándo escribir la palabra fin.
No encuentro la paz por ninguna parte,
la esperanza en ningún bolsillo,
ni la fe entre mis pertenencias,
ni el porvenir en mi futuro.
No encuentro.
No me encuentro.