No es tu culpa
que no te deje marchar,
que te amarre con las complicadas amarras
de la nostalgia,
que vaya continuamente al pasado
para rescatarte de mis ruinas,
ni que no quiera borrar tu nombre de mi voz,
tu cara de mis martirios,
tu cuerpo de mi lujuria.
No es tu culpa
mi masoquismo autoagresivo,
el no querer ponerme a salvo de ti,
la locura tan cruel,
esta perdición sin lazarillo,
este llorar las veinticuatro horas,
la sangre lágrimas desconsuelo que derramo,
que no sea capaz de perdonarme.
No es tu culpa.
La culpa es,
como en todos mis errores,
sólo mía.