Y ya que la vida se ha rendido
y no tiene intención de disfrutar más amaneceres,
y como no encuentra motivos seductores
para seguir en este mundo,
ayudémosle a encontrar un final digno,
uno de esos engalanados de Gloria;
despidámosla con Himnos de Vencedor,
con Marchas Triunfales y pétalos de flores,
con la algarabía de un coro de niños,
con un Discurso Presidencial ponderándola,
y con la promesa de bautizar una calle con su nombre:
calle LA VIDA.
Después, nos teñiremos de luto,
remedando su futuro,
burlándonos de su cobardía,
y cuando se dé cuenta de lo irónico de nuestra propuesta
y sea consciente de su egoísmo,
le haremos ver que la vida sin vida no es vida.
Pero hasta que ella regrese,
no tendremos vida.
Francisco de Sales