No está bien de la cabeza

Allí fue donde se le desató su calvario:

arrancó la primavera de cuajo,

la arrojó a un estercolero de dulce y miel,

rogó locura y más locura al Dios de los Insensatos,

y se aplacó el segundo exacto necesario

para comenzar de nuevo.

Secuestró mil ciento catorce nubes,

las metió en el sótano de su casa

y llamó a la policía:

no las soltaré nunca, dijo,

ni aunque lloren asustadas como niñas

y me inunden la casa y la provincia.

No hicieron caso a la llamada.

La archivaron en la carpeta de Andrés Losada,

(a)el pusilánime y (a)el huevofrito,

varón, soltero, 1.74, cabeza grande,

manos de pelotari y cerebro de mosquito.

Se quedó con las nubes durante el verano

y a finales de otoño, las liberó.

Francisco de Sales

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