O sole mío

Se adormece el sol.

Tras una vigilia intensa,

alumbrando enamorados,

madurando cosechas,

tostando las playas

y caldeando el mundo,

le llega el momento

de alcanzar el horizonte

y echarse a dormir tras él.

No podrá.

Le espera la otra parte del mundo

reclamándole sus maravillas,

a lo que no se negará

a causa de su generosidad

insaciable.

A fin de cuentas

tampoco podría dormir:

el destello de su propia luz

y la falta de ojos que poder cerrar

son suficiente motivo.

Francisco de Sales

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