Tibio y poco más

A fuerza de fijarse en los ecos,

en su obstinada repetición exacta,

ni una coma de menos,

aprendió a ser disciplinado,

educado y sumiso,

y a no escaparse de sus orejeras.

La vida le sonrió con esa mueca rígida

que se calla todo con disimulo.

Más de una vez ansió una rebeldía,

aunque fuera tímida y pequeña,

que le hubiera ayudado a romper candados

y a enarbolar banderas de libertad.

No pasó de los sueños y la fantasía.

La vida de verdad le parecía dura,

y sus únicas revoluciones fueron en Utopía.

Blando apocado cobarde débil.

El mundo no es de los tibios,

o algo así, dicen que dijo Uno.

Francisco de Sales

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