Perdona, papel, si te cuento mis penas.
Perdona, papel, si te hago sufrir.
Te cuento mi angustia, mi rabia,
como otras veces te escribí lo feliz que fui.
Ahora lloro en ti.
Tengo que descargar esta rabia que no me deja vivir.
Perdona, papel, pero lo tengo que escribir
porque el grito que lucha por salir de mi garganta
se estrella contra un muro invisible,
no puede salir por la boca;
vuelve atrás y explota en mil ecos
que llegan a todas partes,
y entonces sabe mi cuerpo entero
el secreto de mi corazón: que la quiero.
Perdona, papel, pero ahora lo sabes tú también.
No te apenes.
Sólo quiero que retengas lo que escribo en ti,
que guardes mi secreto, que seas mi confesor,
o que vueles donde está ella y le cuentes mi amor
y en ti escriba su contestación.
Entonces vuelve pronto, hazme el favor,
y calla lo que te diga porque es un secreto de dos.
Perdona, papel, pero quizás tenga que romperte después.
Consuélate.
Piensa que, mientras duró,
fuiste protagonista, mensajero, lazo de unión.
Viajaste, y con tus noticias disfrutamos ella y yo.
¿Qué más puedes pedir?…
es que ella es casada, y yo también,
quizás tú lo cuentes.. seas infiel…
Mejor te rompo.
Perdona, papel.
Francisco de Sales