Tengo el corazón agarrotado,
oxidado y cubierto de musgo,
muerto a los latidos enamorados,
habitado tan solo por las telarañas.
Antes fue una bomba explosiva
que repartía luz y magia por mis venas,
rezumaba amor y versos,
y se despertaba de buen humor.
Ahora es un fósil taciturno
que renegó de su misión y su lema,
que ladra a la luna llena,
y anda a todas horas borracho de desamores.
Antes cabalgó por días festivos,
alumbró mi vida con su faro,
cultivó un huerto de esperanzas
y creyó siempre en las primaveras.
Hoy, corroído por las penas,
se limita a olvidar su oficio,
a negar un pasado lleno de vida
y apagar mis intentos de renacimiento.
Francisco de Sales