De pronto,
antes que mi vista,
antes que mi consciencia,
ha sido el corazón quien me ha avisado
con un estremecimiento.
Antes del sobresalto
es cuando he visto a un chico
que ha pintado un corazón con tiza,
y las iniciales M. y F.
Y es que F., en mi vida, era Felisa,
la niña de ojos verdes que alborotó mi infancia
con el veneno cautivador de sus risas,
con sus miradas inocentes
y aquel único beso tan blanco.
M. era yo,
el niño que ganó el premio de conocerla,
el que recibió un beso blanco
como nunca he vuelto a sentir otro.
En mi corazón brotaron cosquillas,
y en mi sangre nueva hubo alborotos
y manifestaciones desorganizadas de sentimientos
que no supe ni quise aplacar.
Por F. aventé mis primeras lágrimas felices
y volé por sueños y deseos
con las alas vírgenes del primer amor.
Con F. desperté de la vida de niño
y comencé a transitar los caminos imprevisibles
en los que el corazón nunca es experto.
Para F. escribí mis primeras poesías:
rimas perfectas con palabras mal escogidas
y el toque cursi de la inocencia.
Ese chico,
sin quererlo,
ha reverdecido mi nostalgia,
me ha rescatado del pasado,
ha puesto una tiza en mi mano ilusoria
y he garabateado en el aire
aquel mismo corazón,
hoy de nuevo vivo,
y las iniciales M. y F.
Francisco de Sales