Quisiera volver
a llorar con aquellas lágrimas pequeñas,
con aquella pasión tan natural;
llorar sin que nadie intervenga
-solo y a solas con mis sentimientos-,
deshacerme y morirme en llanto,
la congoja firme y asentada,
la emoción en su punto más alto,
los hipidos hablando por mí.
Quisiera volver
a aquella infancia insensata
donde el placer y el dolor convivían
y unas lágrimas era de llanto
y otras eran de alegría.
Quisiera volver
a la edad que se escribe con un solo número,
a aquellos días tan llenos,
tan vividos sin darme cuenta,
aquellos que de verdad eran VIDA.