“Es igual”, dijo la desgana.
“Y no importa”, añadió.
Pero sí importaba.
El miedo es humano.
El llanto es humano.
La tristeza es humana.
Por dentro sí notaba
la rabia amordazada,
el silencio ardiente,
la calma que no era calma.
Sonrió con una sonrisa falsa,
mordiéndose el dolor,
negando la tragedia,
tragándose las lágrimas.
“Que te digo que me es igual,
que no me importa”.
La mentira es de humanos.