Pensar en ti,
imaginar la impudicia de tu cuerpo desnudo,
los besos sin recato,
la lujuria sin vergüenza,
la rotundidad de tu juventud,
tu piel sin pasado,
tus pechos presuntuosos,
tu boca libre…
me hacen añorar lo que nunca tuve
y ya no tendré.
Pensar en ti
se convierte en un ejercicio masoquista
de final sufriente;
las lágrimas se preparan
y el corazón se encoge.
Ya se aproxima el terremoto
que me destruirá.