Ya no puedo engañarme más:
sé que huyo.
Sobre todo de mí,
de mi vida
-y no me resulta difícil-,
de lo que no quiero afrontar,
de lo que arde en mi mente,
de lo que mata a mi corazón.
No quiero ser cómplice
de mi propia destrucción.
No encuentro un Camino justo,
una decisión que sea buena,
ni respuestas a mis preguntas,
ni consuelo a mi desesperación,
ni un fin para esta tragedia.
Lo único que hago es llorar
y ni siquiera eso lo hago bien.