Me llevó
por las calles desordenadas
de su corazón,
sus amores en ruinas,
sus abrazos entumecidos,
sus vacíos insondables,
sus lamentos y quejidos.
Conocí
sus desastres cotidianos,
sus lágrimas repetitivas,
sus heridas desconsoladas.
Me alegré
de tener ahora mis propias alas,
de haber dicho adiós hasta nunca,
de que ya no ocupara mi mente ni mi corazón,
de que ya no habitara nada suyo en mí,
de haberme aliado con la vida,
de seguir VIVO.