Allá donde estés
y seas quien seas,
te ruego desde mi alma
con un grito comedido
-estoy roto, pero vivo-,
algo de clemencia o de luz
-que son sinónimos en mis sentimientos-
antes de que el tiempo
me reduzca a ser solo una desesperación,
aquiete para siempre mis latidos,
aloque mis pensamientos,
o se adueñe de mí de tal modo
que ya no sepa rogar clemencia,
anclarme a mi vida,
creer y confiar para poder seguir viviendo,
y que no sepa desandar este presente
hasta llegar al origen de todo;
que no sepa quitarme el nombre,
borrar las maldiciones,
navegar en aguas tranquilas
sin tormentas ni zozobras
y conocer lo pacífico,
la belleza que se me oculta,
la magia y la maravilla…
y vivir.
VIVIR.