Sigo. Malvivo.

Cuando

todas mis lágrimas

eran dulces

y los escalofríos

eran cosquillas

y el miedo

poco más que una broma

vivía

inocentemente feliz

más bien ingenuo.

Ahora

que la vida

me ha enseñado sus garras

-y asustan-

ya no río

ya no brillo

ya no vivo.

Sigo.

Malvivo.

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