Diciembre amaneció triste.
Yo también.
Parece como si todos tuviésemos
esa capacidad de opacarnos,
de caernos hacia adentro
y de no poder resurgir cuando hace falta;
las hojas de los árboles también se entristecen,
y algunas nubes,
casi todas las noches
y todos los abandonados.
No sé si es necesaria la tristeza
o si sería mejor poder extirparla
y ocupar su espacio con la alegría,
con flores eternas,
sonrisas de niños,
fuegos artificiales
o una troupe solo de payasos.
No quiero estar triste.
Quiero erradicar la tristeza
de mi alma y mi vocabulario,
dejar todas las lágrimas para la felicidad
y todos los suspiros para el amor.
No quiero amanecer como este invierno
que está a punto de una depresión.
Estoy triste.
Esta sequedad en la mirada,
este corazón apático,
esta vida sin esplendores
y esta alegría deprimida
son mis compañeros a diario.
Me veo una tristeza de muerto
Creo que no estoy vivo.