Te estoy observando desde la cama,
reciente campo de guerra que abandonas vencedora y vencida.
Desde este trono te miro.
Los últimos jadeos aún siguen temblando en el aire,
Dices que quieres ducharte
y deshacerte de las huellas sudorosas del amor.
Innecesariamente pudorosa,
pretendes tapar el culo, centro de mis miradas,
pero tus manos escasas no lo consiguen.
No mires, me dices.
Pero antes muerto que obedecerte.
Más prefiero aprenderme tu espalda,
recorrer tus piernas de modelo,
o admirarte entera desde el deseo,
antes que desviar mi vista al techo
y no concederme tal premio.
Antes prefiero ser estatua de sal
que dejar de admirar tu desnudez.
Antes emborracharme de tu cuerpo
que quedarme ciego de ti.
Antes grabarte en mi retina a fuego
que morirme después de arrepentimiento
por no haberme dado la vida de mirarte.
Por eso insisto en la mirada,
escudriñando más allá de lo visible,
esforzando la vista para verte más.
Te veo fresca y felina, erótica impúdica, niña y Virgen.
Parece que adivinas mis pensamientos y me miras.
Al girar la cabeza y mostrarme una sonrisa,
descubro a tu exhibicionista secreta
generosamente halagada por mí.
Francisco de Sales