Jacaranda.
Así la bautizó.
Sin consultar al erudito diccionario
ni pedir consejo al Párroco.
Un cuenco de agua del grifo,
un discurso en un latinajo
inventado para la ocasión,
una cruz en el aire,
y de remate un capón.
Jacaranda,
hasta que la muerte te ampare.
Amén.
Ya tienes nombre,
gata altiva,
para que te conozcan por ahí.
Francisco de Sales