Nadie

¡Quién iba a pensar entonces

que el destino en realidad son muchos destinos

y uno a menudo escoge equivocadamente!

Nadie pensó en escaparse

de esa cárcel sin barrotes

-a cielo abierto y sin fronteras-,

ni en quitarse el yugo irreal,

ni en huir despavorido del propio insistente error.

Es difícil o duro o imposible

levantar anclas en el momento preciso

o arriesgarse por los desconocidos vericuetos;

hacemos de la seguridad un ingrediente importante,

un agarradero imprescindible.

Nos asustan los pasos sin destino,

saltar al abismo sin estar ungidos de fe,

arriesgarnos a que nos pase algo bueno,

decir que NO a los miedos,

amar aún sin motivo,

o soñar con los ojos abiertos.

Nos da miedo hasta convertir los sueños en milagros.

Deja una respuesta