El dolor de los otros perdura en mí un minuto.
Y se va.
Recupero pronto mi indolencia
y dejo el dolor ajeno en el corazón de los otros.
Apenas me conmuevo un instante.
“La vida es así” es una excusa
que me consuela a menudo.
Sé que me autoengaño.
He visto personas durmiendo en la calle,
pequeños mendigando,
quienes tienen solo lo puesto o poco más,
y ancianos que no dicen nada
pero no pueden reprimir una lágrima.
“La vida es muy dura para algunos”.
Para muchos. La frase no resuelve nada.
Me quedo bloqueado.
Algo me pide que actúe,
que haga algo por solucionarlo,
pero… ¿qué?
Mirar al suelo.
Eso es todo lo que hago. Lamentable.
¿Qué más tiene que pasar?
¿Por qué no hago algo?
Y ya.