Primera visita: 22 de Abril
No sé qué decirte. Y es extraño que no sepa, porque siempre he tenido muchas cosas para contarte. Claro que… las circunstancias han sido otras.
Otras veces he podido mirarte a la cara, o descansar mi mirada en el infinito que nacía al final de tus ojos. Hoy es distinto. Ahora vives, si es que estar muerta es vivir, dentro de un ataúd, en este cementerio.
Me tendré que acostumbrar a este recitar peregrino que sólo escuchará el eco, o quizás de refilón alguna otra persona que venga a visitar a otro ser al que haya querido tanto como yo te he querido a ti, pero sólo podrá escuchar un retazo de mi monólogo, y sin duda me compadecerá con la comprensión del que también ha perdido una parte de sí mismo en forma de esposa o de padre o de hijo, que a todos ellos les alimentamos con nuestro cariño.
Si yo me viera a mí mismo es esta postura, como estoy ahora, recostado contra esta lápida que ahora es el mínimo resumen de tu vida, y mirando sin mirar, agarrando el aire a zarpazos, protestando de la forma más civilizada que puedo, reclamando en un reclamar imposible la vuelta de tu presencia, el regreso de tu aroma, tu voz, una última caricia, qué digo, el reinicio de una serie de millones de caricias, y me viera con el rostro lleno de surcos resecos de las gotas que han ido naciendo en mis lagrimales, y muriendo a lo largo de la cara, o absorbidas por la chaqueta, o enganchadas en la camisa, o estrelladas contra el suelo de hierba que las agradece… si yo me viera, la lástima reiniciaría otro interminable llanto de abandono, de despropósitos, de pena complacida, de rabia bien manifestada, de dolor licuado, de lágrimas de protesta como breves ríos nacidos del desconsuelo de quien no comprende el sentido del ciclo y sólo desea, con el lícito derecho del niño abandonado, que no te hubieras ido, que no me dejaras a merced de la vida sin ti, que no me dejaras en esta soledad de vacío apagado, que no me dejaras taciturno, incomprensivo, triste, malhumorado… si yo me viera no sería capaz de abrazarme con un abrazo cariñoso, ni sería capaz de recoger entre mis brazos a este hombre sin futuro que habla contigo hablando consigo, ni podría nutrir con mi cariño de hombre a ese otro hombre que contacta con su queja de la forma más humana y más sincera, no podría recibir entre mi calidez a ese hombre sentado en el suelo que sólo aspira a morir contigo, para no tener que vivir en la falta de tu compañía.
Verás,…
¡Vaya…! no puedo decir tu nombre.
No puedo decirlo… porque se me llena la boca de amargura en vez de bañarse en caramelo como sucedía antes, cuando te llamaba a mi lado para compartir mis sueños y mis caricias; y te llamaba a todas horas embelesándome con la pronunciación lenta, desmenuzada, degustada en cada sílaba, rematada con la guinda del acento en la terminación de tu nombre, que le daba aire de grandeza. Ahora tendré que borrarlo porque nombrarlo me trae los malos recuerdos de la realidad actual, y no lo quiero, o me trae los buenos recuerdos, que se convierten en malos por el hecho de no poder compartirlos contigo, de tener que tragármelos como si fueran un pasado indigesto, o una tortura que el más cruel inquisidor hubiera querido tener en su repertorio, y aquello que entonces fue luz, esperanza, vida, risas y placer, ahora se ha convertido, Dios lo castigue, en una imposible repetición que me lo recordará cada próximo día, cuando me echen del mundo del sueño y me vuelquen en el mundo de la realidad.
No volveré a pronunciar tu nombre, ni aunque pudiera, porque sólo sería una palabra repetida copiada de otra igual, pero le faltaría el calor que le añadías con ser tuyo, y con ser tú, y se convertiría en mis labios en la palabra maldición, y en mis sentimientos se convertiría en el foso insalvable que separa la felicidad de la desdicha, así que no lo pronunciaré ni aun cuando lo lea en tu lápida, o cuando me pregunten cómo te llamabas mientras estuviste conmigo, porque quiero convertirte, fíjate cómo es mi desesperación, en algo que no existió, pero porque yo seré otro algo que tampoco existió, o sea, que mi desdicha quiere que el pasado sea sólo un sueño, y todo aquello que vivimos sea nada más que el pensamiento efímero de la más feliz imaginación, el resultado del mejor de los propósitos, el deseo que convertiría en realidad el mago de la lámpara que concede tres deseos resumidos en uno, como si no hubiera existido, ¡válgame Dios!, como si toda aquella felicidad que fuimos creando y que se fue construyendo a nuestro alrededor… fuera una mentira de un pasado mentiroso. Mi desesperación es mi dueña; me anula y me condena a un porvenir sin esperanza, a un futuro en el que sólo deseo seguir sentado aquí, a tu lado, desgranando los sentimientos, todos trágicos y sin fortuna, en palabras cargadas de la ponzoña de mi situación, parida por la rabia y por la inapetencia de tu falta, que te has ido cuando ya me había acostumbrado a no vivir sin ti y a alimentarme de tu cercanía y de tus sonrisas, y a beber el brillo de tus miradas, y a escuchar tu voz diciendo mi nombre, y a llegar a casa y encontrarte con la vida puesta y los mejores sentimientos volando a tu alrededor como mariposas que se alimentaran de tu luz… y no sé si te has ido o te han llevado, que eso no le importa a mi desolación, que sólo le importa que las sonrisas compartidas se han convertido en un llanto inaplacable, y tu estancia en casa se ha convertido en un vacío que no se deja ocupar nada más que por el vacío de tu ausencia y ni siquiera lo ocupa el aire que todo lo llena, y la cama que antes se amoldaba a tu cuerpo ahora está lisa y también ansiosa de tu cuerpo, como yo, y las sábanas se mueren de soledad, y las mantas perdieron su calor, y la casa entera te reclama como te reclamo yo, porque cuando vuelvo a casa sumamos nuestros fríos y nuestros vacíos, y yo grito y ella, como un eco, repite su lamento. Escucha mi corazón, cuenta sus latidos, ¿a que no es normal?. A veces se acelera, y se atropella a sí mismo pasando un latido por encima del latido precedente, y a veces creo que se ha parado, se olvida de latir porque de apenado que se siente no presta atención a mi vida sino a su propio dolor, y yo le agradezco su solidaridad y no le urjo a que retome el ritmo de nuevo porque creo que es eso precisamente lo que quiero, que se pare él y me pare yo, que este sinvivir continuo gobernado solamente por la carencia de tu presencia, este malvivir cotidiano en el que la comprensión no hace acto de presencia por el miedo que me tiene, es tan inútil como tener unos pechos rebosantes y nadie a quien alimentar.
¿Qué haré ahora con mi vida?, ¿qué haré hasta mi muerte aparte de añorarte y de venir aquí y construir soliloquios desconcertados?, ¿qué otra cosa hay en el mundo que me reclame?, no veo otro interés más que desmoronarme al lado de tu lápida todas las luces del día, hasta que a la hora del cierre el empleado para conseguir echarme me diga que tú necesitas descansar, y me acompañe compungido a la puerta, y yo le diga bañado en lamentos que es por la noche cuando más te necesito, y el me conteste con buena voluntad que me marche a casa y me acueste, y yo interpretaré su buena intención como la expulsión del único refugio que me pertenece, como que me echa de tu lado, y comenzaré una desconcertada retahíla de protestas y de amenazas que él tratará de serenar con limpias palabras, y entonces le culparé a él de tu falta, y le acusaré en mi locura de separarme de tu lado, y cuando cierre y me quede a solas con el cielo negro preñado de estrellas, miraré a mi alrededor reclamando una pelea con el culpable, un encuentro de rabia a muerte con el malnacido que me ha dejado huérfano de tu compañía, y aunque se llame Dios y diga ser mi padre, yo solamente tendré contra él, o contra quien sea el causante, la rabia incontenida que parirá más rabia, y llenaré el futuro de maldiciones que se irán cumpliendo por la fuerza de mi voluntad y mala ambición, y quien reciba sobre su pesar la maledicencia de mis deseos no podrá escapar aunque se esconda en los subterráneos, o en los últimos escondrijos que asilan maleantes y asesinos, o debajo del mundo, porque allí llegará mi maldición más que bíblica y perseguirá no a tres sino a tres mil generaciones de descendientes de quien tuvo a mal arrancar la vida de tu cuerpo y me ha dejado tirado en este suelo de la historia que comienza en el momento exacto en que yo ya sólo soy yo y no la mitad indivisible de tú y yo como prometimos ante un cura y un altar aquel día en que nuestros corazones aprendieron el mismo ritmo para latir juntos; si tú estabas serena, yo lo mismo, y si tú estabas excitada, yo era idéntico respirar alterado y la copia exacta de tus gemidos, cosa que ya no volverá a pasar porque tu respirar ya está marchito y tu corazón no ha cumplido su promesa y ahora está quieto, en un cesar infinito, y no espero que se digne reconsiderar su actitud y que se ponga a latir alegre o desmedido dentro de tu cuerpo inmóvil, por que sé que te has ido para siempre, y a veces mi cordura retoma su dignidad y su orgullo y no se deja engañar por mi deseo incumplido y me dice que tengo que seguir sin ti y aceptar la realidad de que el mundo ya no te tiene, y yo no te tengo, y que el futuro ahora es singular, y todos los proyectos que escribimos en plural tendré que desmontarlos poco a poco, o con un golpe destructivo, y reducir a uno lo que era de dos e indiviso… ¿qué me espera lejos de este cementerio?… ¿iniciar un paseo solitario, un estar no compartido?… es tan grande el sofá, tan interminable la cama, tan eterna la noche, tan vacía la calle, tan trágico estar sin ti, que no quiero empezar el camino en solitario pues cada paso me preguntará por ti y no sabré responderle… no querré escuchar tu nombre ya impronunciable, no querré la compasión de palabras huecas y deshabitadas, me hundirá más cada palmada en la espalda, los consuelos no harán sino afligirme, y lejos de sacarme a flote de este gravoso lastre serán otra pesada carga que me sumirá aun más en esta herida sin fin que me recorre de arriba a abajo y de fuera a dentro como un vinagre castigador que se pasea por las desolladuras rozando las llagas con su maldad, parándose a reconfortarse con su crueldad en cada nuevo estremecimiento, en cada suspiro de no resignación y furia, pues no soy otra cosa más que dolor desconsolado, confusión incomprensible, caos insurrecto, pena interminable y sin afán de consuelo, y la aflicción y sus sinónimos me han sido reservados para mi uso exclusivo, ya que no hay en el mundo mayor sufrimiento que el mío, ni abandono más desvalido que el mío, ni dolor más interminable, ni martirio más santificado, ni futuro más resumido, ni ánimo más desalmado, ni pesar que pueda superar al mío, yo, experto sufridor que no acepta esta verdad porque no quiero aceptarla, ya que no me gusta, yo sólo quiero volver a tenerte a mi lado y decirte un no te vayas que conmueva a quien lo escuche y convenza a la muerte, envidiosa, para que te suelte y elija otra presa menos amada que tú, que has sido capaz de despertar los más grandes sentimientos de amor que se hayan producido en un cuerpo humano o en una relación entre personas, que tú bien sabes cuánto has sido capaz de despertar en mi ternura simplemente latente hasta tu llegada al mundo en el que yo estaba viviendo antes de que nos encontráramos, ¿recuerdas?… aquel día no más distinto ni más especial que otro en el que, la verdad, al conocerte no sentí una premonición especial, ni un escalofrío confirmador de un encuentro pactado en otra vida, ni una aureola de músicas y angelitos a tu alrededor, sino que fue fortuito, impensable, alejado de los pronósticos de las novelas rosas y de las fantasías principescas de los sueños de las jovencitas, donde hay una mirada encantadora que despierta a otra mirada encantadora y se besan y… mierda puta, termina la historia bien, y no como la nuestra… perdóname que hable entre llantos… que ha terminado con el final más cruel que hubiera podido imaginar demonio alguno, yo solo, tú lejos en ninguna parte, y tu cuerpo dentro de un ataúd para recochineo recordatorio del premio que me prestaron y después me quitaron. Si al menos tuviera el gran malvado a bien haberse llevado mis recuerdos junto con tu vida, ahora no estaría aquí, recostado en tu lápida, ensopado de lagrimones, mendigando lo que sea, sino que vagaría iluso por el mundo que no echa en falta tu cuerpo, y podría entrar desafectado en cualquier cafetería, que no notará un café menos, o en cualquier supermercado, que no echará en falta una clienta, o ver la televisión sin verte reflejada en todo, y no tendría dificultad en comenzar una vida partiendo de cero en haber sentido amor, partiendo de mis cuarenta y tres años y en estrecha colaboración con el porvenir que ya no será lo mismo… ¡Dios de los tormentos!, ¡no te escondas, que reclamo venganza!, no puedo quedarme impasible ante tanta lujuria de maldades contra mi persona y reclamo un duelo a espadas, a gritos, a manos que aprietan cuellos, a pisadas, necesito saciar mi necesidad de desquite, no me quiero resignar con resignación de vieja beata, yo no tengo por qué soportar esta tan grande pena, este zarpazo en mi alma, este dolor incontenible, esta maldita lanza que se me ha clavado en el corazón de seguir vivo y me mata constantemente, a cada respiración me mata, pero no me mata lo suficiente como para irme contigo a seguir compartiendo miradas, paseos, aire y mañanas… me he quedado solo… ya sé que no volveré a verte, pero me rebelo y manifiesto mi rabia con gritos que conmuevan al mundo antes de que me coma por dentro la indignación que siento, antes de que sea un cáncer insaciable que me deje sin entrañas, antes de conformarme quiero enfrentarme a alguien, a quien sea encargado del destino, a quien cortó el grifo de la respiración, a quien durmió a tu corazón, a quien me condenó con injusticia a un tiempo en este planeta sin tu cálida comparecencia,… ¡ay, Dios!, ¡yo quiero seguir con ella!, necesito despertarme ya, sácame de este sueño tan ingrato que me está pareciendo real y no quiero que sea real, quiero que todo vuelva a ser como era, ne-ce-si-to respirar no este aire tan cargado de malos presagios sino el aire fresco de su boca, de la boca que besé en tantas ocasiones buscando en ella la alegría, el amor que alimenta la vida… necesito tocar su piel en silencio, seguir el contorno de sus curvas, posar un dedo en sus labios y mirarla sin fin, ; quieroque me quites esta mueca triste imborrable, que tapones este llanto enfebrecido, este río interminable de protestas, que espantes esta gélida estancia de la pena continua, de la furia contra todo y contra todos, de la incomprensión irrazonable que no quiere admitir la realidad actuando en contra de sus normas y principios, en este momento necesito más que nunca que me contagies de serenidad tranquila, necesito que me des descanso y reposo, porque yo sólo quiero sentirme desgraciado pero sé que necesito sentirme vivo. Espero, Dios mío, que me ayudes en mi petición.
Bueno, querida, ahí viene el empleado; si prestas atención oirás la conversación que pronostiqué. Hasta pronto, mi amor.
Sexta visita: 27 de Abril
¡Hola!, he llegado un poco más tarde porque hoy tampoco sabía qué contarte y me he entretenido por el camino intentando pensar en las cosas que podrían interesarte, y no encuentro qué. Supongo que irá saliendo. Sí me estoy dando cuenta que cada día estoy un poco más sereno, pero aun me cuesta trabajo terminar de hacerme a la idea. Esta noche he dormido por primera vez en nuestra cama y he notado mucho tu falta, he dormido en mi parte y no he podido entrar en la tuya porque algo me decía que si entraba en tu parte estaba profanando un territorio que aún te pertenece, aunque otro algo me decía que tengo que atreverme a ocupar toda la cama y debo agradecer que se me haya permitido compartir contigo todo lo que ha sido hasta ahora nuestra vida en común con todas las cosas buenas que ha tenido, he notado la sensación, casi diría la seguridad, de que una parte de mí, que se mantiene más serena que el resto, está pendiente de que esta separación se realice de la mejor manera posible, y vela por mí y me cuida con una ternura que creía que sólo tú tenías… perdona, porque creo que no lo estoy diciendo bien… no te ofendas, es la confusión que todavía desconcierta a mi pensamiento y no le permite desidentificarse de lo sucedido y retomar su cordura, quiero decir que me trata con el mismo cariño con que tú me tratabas y tiene tan buenos deseos para mí como tenías y seguramente sigues teniendo tú, y pensar que cuento dentro de mí con un aliado a mi favor que me va a ayudar en la superación de este doloroso trance me infunde unos ánimos que si bien no son los mejores si serán suficientes, ¿te das cuenta de que hoy te hablo con más serenidad que otras veces?, lo cual no impide que en cualquier momento cualquier recuerdo entre a traición en mi memoria de recordarte y me lleve otra vez a ese estado que se ha hecho cotidiano de echarte en falta continuamente y creer con firmeza que el futuro me ha sido cercenado con una impiedad insuperable y me hace sentir abandonado por todos los dioses menos por el de la inclemencia, que se complace en probar conmigo toda su letanía de maldades y sinsabores, y me hace blanco preferido y probador de todo su catálogo de iniquidades, a mí, víctima inocente de este conjuro en el que nos hemos visto envueltos, cada uno de una manera pero los dos pagando el precio del desconsuelo, porque no creas que no me doy cuenta de tu situación, yo me quejo con estos pensamientos silenciosos, con estas quejas telepáticas, pero quizás tú sigas viva de alguna manera y en tu caso sea mayor el dolor porque no tienes a donde ir abatida, sino que tu sumisión es aún más importante porque no tienes unas manos con las que puedas maltratarte en la desesperación, ni tienes una voz con la que clamar apuntando al cielo, ni tienes palabras que expresen de forma intelectual tus clamores de guerra, ni tienes una fábrica de lágrimas infinitas que manifiesten en su deslizarse cuánta mortificación se acumula, ni tienes un odio perenne siempre a punto de estallar con la mínima sugerencia, en la mínima revuelta, al menor toque de nostalgia, a la menor insinuación de desidia, ni tienes gritos dolientes acumulados, ni tienes un cuchillo a mano para desafiar en los momentos de locura a quien consideres culpable, ni tienes un gesto amenazante escondido en un puño que se cierra y se aprieta hasta ahogarse a sí mismo, ni tienes el pensamiento sibilino que esconde tras su apariencia el conjuro que pretende derrocar al castigador inmoral, ni tienes más defensa que tu silencio y tu quietud infinita. Por mi parte, a pesar de seguir aquí, estando lo que se dice vivo, tampoco me considero mucho más afortunado porque todo lo que te he dicho es poco más que palabrería poética, o una utopía que puede quedar bonita como prosa engalanada, pero no va más allá, pues no encuentro la persona física en la que descargar el bulto de mis quejas, a la que transferir una a una todas mis súplicas y mis desaprobaciones, a quien transmitir la furia mal contenida, a quien implorar tu imposible regreso, a quien confiscar su corazón como han hecho con el mío, a quien maltratar sin piedad sus sentimientos, y a quien robar sus emociones plácidas dejándole solamente el mismo conflicto que anida en mí, que se debate entre la cordura de perdonar o de olvidar, que no sé si es lo mismo, y la locura de buscar remedio a mis males creando otros males que se instalen en quien corresponda como monumento imperecedero que recuerde constantemente el origen de su mala creación, y duela con su recordatorio, y sea castigo permanente que se cobre su resarcimiento en cada respiración, porque no sé qué otro mal desear para quien partió nuestra relación, mira, ya ves cómo enseguida mi mente me lleva al suplicio de querer cobrarme el talión como si eso fuera suficiente para que tú volvieras al grito de no ha pasado nada, como si viendo el dolor instalado en otro compensara tu ausencia de ave migratoria que ahora descansa en otro nido, como si pudiera alimentarme de ver otro corazón roto, otro futuro roto, otra historia rota, como si me pudiera dar la vida la venganza que sólo me dará otra muerte más lenta, más plagada de tormentos y de tormentas, más drástica, más dramática, más desquiciada, más lenta y más deseada…
Bueno… ¿estás bien donde estás?. No me había dado cuenta de preguntártelo antes, ya ves que me quejo porque te echo de menos y no se me ocurre ver también tu situación, qué egoísmo, por Dios, qué desatención hacia ti. En este momento yo me considero el centro de los lamentos, como si tú estuvieras tan tranquila en el sitio de las vacaciones idílicas que tanto hubieras deseado, que estoy seguro que tampoco estarás bien sin mí, o quizás esto sea una presunción por mi parte y estar donde estás tiene otros alicientes, y si es como dicen, estar en ese eterno es distinto de estar en este limitado firmamento, y posiblemente ahora estés con el Dios que tanto has querido y que tanto has buscado, ¡vaya!, quizás estés bien y yo prefiera pensar que tú estás sufriendo mi ausencia en ese sitio que estás, porque así me considero algo válido y algo útil, y quizás, digo quizás, ahora tus ocupaciones o tus intereses sean muy otros, y te rías de mi pesar tan ridículo por terreno, tan poco infinito, tan minúsculo en la eternidad, y este dolor que acumulo dentro de cien visitas se haya disipado a fuerza del esfuerzo de aceptar la realidad y sus inseparables duelos, y a lo mejor un día no vengo a llorar mi llanto desquiciado, sino que te traigo buenas noticias y te digo que ya me he reído una vez y lo digo sin remordimiento, y tal vez un día venga contagiado de algo bueno y en vez de buscar el desagravio del que me considero dueño venga a pedirte que te alegres conmigo, que te guste verme mejor, que me des tu bendición y tus parabienes para que pueda seguir en este camino de rumbo incierto sin la ayuda de la mujer que me acompañó los últimos años, tú, mi todo, mi guía, mi amigo, mi cielo; bueno, aun lo veo lejos, es una idea que me ha pasado ayer por la cabeza, creo que es una sugerencia de ese que te he dicho que me quiere y que llevo dentro, de ese que me cuida aunque no me dejo, de ese que es más tozudo que yo o más claro y más sereno, que ha metido a presión un rayo de luz por una rendija que nació en un momento de decaimiento, cuando ya cansado de dar una vuelta y otra vuelta a la cabeza de los pensamientos, bajé la guardia que impide que entren la tranquilidad y la fe, porque sigo queriendo más reunirme contigo que seguir sin ti, sigo viendo lejos el día del reencuentro contigo, el día de la firma del tratado o del acuerdo sereno que decrete el fin de mis propias hostilidades, el día de inaugurar los años venideros sin la carga de la condena que yo sólo me he impuesto… ¿dónde estará mi alma de perdonar?… ¿dónde la luz de la indulgencia?… dónde la paz secuestrada, que la necesito toda entera como primera piedra de un mañana que me espera, ¿dónde está la gracia que me lleve adelante con otro mirar?, ¿dónde la calma que me deben los días pasados?, ¿dónde el mar de la placidez?, ¿dónde el hada que baña de paciencia?… aun no sé buscar o no sé encontrar entre las piedras que construyen el destino, aun estoy desorientado en la vivencia sin ti, y busco con los ojos cerrados, con el olfato anulado por la tristeza, con los oídos taponados por la desidia, con las manos atadas a la espalda y el cerebro embotado por la usurpadora negrura que me anula los horizontes y desespera las esperanzas, mientras que a mí no me dejan más opción que ser el receptor que contiene los conflictos y ser el sufriente pasivo que sólo puede limitarse a recibir los latigazos de la indiferencia y los castigos de las malvadas sentencias, como muñeco de paja y trapo que recibe las pedradas de la ira con estoicismo, sin pies para salir corriendo, sin boca que diga basta, sin dignidad que le defienda, sin otros brazos que le acojan en su acunar de mamá tierna, así estoy yo, perdido, descatalogado, exiliado de las cosas buenas, apátrida en tierra extraña, tan dolido y tan desterrado que no queda sitio para más desazón en mi alma, y fíjate que es una burrada, pero me consuela saber que soy portador de lo máximo que se puede llegar a padecer, porque quiere decir que nunca podrá ser peor, o por lo menos creer en esto me tranquiliza un poco aunque sea la mentira más incierta que haya nacido, pero lo necesito para seguir vivo, que es lo que me dice la razón cuando le permito expresarse sin los filtros de mi propia condena, me dice que todo esto tiene alguna explicación que algún día alcanzaré a comprender y ese día hará que todo sea menos doliente y me dice que una comprensión, que tendrá que ser por lo menos divina, me hará ver que todo forma parte de un algo y que es necesario que haya ocurrido por el bien de los dos, pero ¿quién convence a mi desesperación de esta ilógica razón que mi razón defiende como si fuera lógica?, ¿cómo hago para creer que no es una burla de mi mente desquiciada?, ¿cómo dar un poco de crédito a lo que parece una mentira piadosa, un consuelo de desgraciado, un remiendo con mala traza?, ahora me convence todo aquello que lleve un tinte dramático, todo aquello que me hable de castigo merecido, porque si no es así no encuentro explicación que se pueda defender ante el tribunal de mi inquisición, ni encuentro perdón que me consuele, ni encuentro mirada que me acalle con su simple mirada, ni encuentro pañuelo que enjugue mis lágrimas desparramadas, ni encuentro caricia que conforte mi espíritu desalentado, ni Dios que sea capaz de pintarme un porvenir con visos de tranquilidad, pues se me acaban las ilusiones poco antes de nacer y no encuentro una justificación para respirar la próxima vez, que ya ves que empecé sereno y de pie este discurso peregrino y ahora me encuentro en el suelo donde estás enterrada y en el suelo de mi derrota, otra vez mi horizonte nublado, otra vez mi futuro sin futuro, y aunque me he prometido en conjuro ante todos los dioses que quieren ayudarme la promesa de no hundirme porque sé que es lo mejor para mí y para ti, en cuanto busco relatar con palabras lo que me está pasando, no puedo evitar la pesada carga de la viudez y la orfandad que siento desde que no estás, que aunque tú estés sintiendo lo mismo, a mí sólo me importo yo, y con esto puedes valorar mi egoísmo o mi confusión, y el caos que se ha instalado y me gobierna con su tiranía inlúcida condenándome a ser mártir involuntario de su crueldad más cruel, pues aunque intento contarte con palabras lo que se cuece en mis adentros a veces no consigo más que aproximarme o apuntar en la dirección de donde nacen mis sentimientos, pero no describo una mínima parte porque no se ha inventado la palabra que cuando quiero decir caos diga lo que de verdad siento, y si digo sufrimiento hable también del dolor sanguinario, de la ausencia de compasión, de la soledad ante el martirio, de… de la imposibilidad de huida, de la sensación de abandono, de… de la incapacidad de defenderse, de la inaguantable pena, de la dramática falta de energía para dar el siguiente paso… de morirse… de conocer la desesperación en toda su espeluznante experiencia, de ser reducido por un ejército interminable de los enemigos más enemigos y tener que rendirse sin haber luchado por falta de fuerza para lucha, de todo esto tendría que hablar la palabra que se condensa en una única palabra, y todo lo que te he relatado es sólo un apunte resumido de lo que se mueve y lo que siento cada vez que un pensamiento de los que he prohibido que se asomen desobedece a mi prudencia y se instala en el centro de atención causando un estropicio que después requiere de un gran confortador para que me serene… pero la lesión queda. Por detrás de las palabras que engañan o serenan con palabras, quedan las heridas inconscientes que escapan al intento de convencimiento, porque no razonan, sólo sienten, sólo entienden la espontaneidad inmaculada de lo que al sentir dolor protesta por el dolor en vez de buscar explicaciones de charlatán, y creo que tengo que hacer caso a este instinto mío que se manifiesta con sentimientos, porque si un yo siente lo que siente ¿por qué otro yo tiene que decirle que no lo siente o que no debería sentirlo?, ¿quién es ese otro yo que quiere mandar al otro yo?. Ahora, como ves, me gusta más escuchar al yo que comprende mi enojo y mi violencia, y me permite expresarla, que al otro yo resignado que se conforma con una explicación, muy coherente y muy bien estructurada pero son palabras a fin de cuentas, y este otro yo ahora me parece una nenaza, y ya me conoces de sobra y sabes que no me gusta venderme por un precio de saldo y que defiendo, incluso por encima de mí mismo, mi dignidad y todo aquello que considere que es mi derecho, como en este momento es añorarte y sentir este desenlace inesperado, innecesario, que ha venido a llenarme de vacíos, ha venido a romperme todos mis adentros, la tranquilidad, el aliento, el fondo de mi persona y todos mis cimientos, ha roto los próximos calendarios, los abrazos, que ya no te encontrarán entre mis brazos desesperados, los lazos de amor que nos mantenían unidos, el equilibrio, el aire, que lo sentiré como de cristales rotos que se clavarán en los pulmones de respirar sin ti, y ha roto la continuidad en la vida que ya nunca será como antes, ha puesto la línea desgarradora que separará un antes y un después, y el rosa se convertirá en negro al llegar a la línea, y a la alegría le parecerá un abismo insalvable y se quedará en la parte de antes sin atreverse a saltar hasta el después, y la tranquilidad no llegará a ver la otra parte de la línea por lo lejana y se quedará en la parte del antes, y así me irá pasando con todo lo que signifique vida o porvenir, que ya lo estoy viendo, que el pesimismo más agorero está siendo mi bandera y mi gobernante, y las cosas que pudieran ayudarme en el difícil empeño de seguir adelante están ausentes de mi camino, ¡cómo cambian las cosas!, hace unos días ¿te acuerdas? habíamos pensado en que este verano íbamos a conocer, por fin, Venecia y hacíamos planes y jugábamos a soñar que nos apoyábamos en las balaustradas de todos los puentes… habíamos pensado hacernos una foto en cada puente y gastar todos los rollos que hicieran falta y tú me preguntaste: ¿cómo se le dice a un veneciano que nos haga una foto? y yo te hice una imitación bienintencionada de los gestos que iba a utilizar, y ya nos habíamos reído por adelantado a cuenta de todo lo que íbamos a disfrutar… y te había prometido que cada noche te haría el amor y… y… !mierda de lágrimas que nunca me dejan seco¡… ¡otra vez hablándote entre congojas!… otra vez tengo que repartir la atención entre hablar y llorar, que no sé hacer las dos cosas al mismo tiempo,… ¡qué va a pensar Venecia cuando se entere de que no vamos a ir!… Dios, qué locura y qué desorden de pensamientos… ¡qué va a pensar tu mundo cuando se entere de que ya no vas a seguir!, ¿quién consolará a tu risa cuando se entere de que ha sido condenada a ser una mueca inmóvil?, ¿quién le dirá al brillo de tus ojos que ya no se le necesita pero que se le agradecen los servicios prestados?, ¿quién se enfrentará a tu futuro que había diseñado miles de proyectos para ti, que tendrán que ser destruidos ya que nadie más los puede aprovechar?, ¿qué haré con tu ropa?, ¿qué haré conmigo?, ¿dónde aprenderé a andar sólo? ¿dónde pongo el brazo que ceñía tu cintura, dónde los dedos que se juntaban con tus dedos?… va a ser duro darle un sentido a cada cosa sin ti, va a ser arduo reorganizar los gestos, los actos, los pensamientos ahora en singular, los planes para uno solo, de todo… sólo la mitad. Esta mañana he pensado que debo pedirte ayuda por si tú me puedes ayudar, voy a necesitar que tu voz me diga al oído con una música que solamente yo pueda oír que tengo que seguir adelante, que no me vale rendirme y que la desesperación no debe ser mi aliada y tengo que romper esa sociedad limitada a sus pérfidos caprichos que secuestran mis posibles futuros y los limitan al único, al triste pesimista dramático desanimado impotente cruel y más despojado de todos los posibles, al oscuro fin sin posibilidades vivas, al frustrado limitado lastimero funesto afligido atormentado portador de iniquidades que nadie debería desear para mí; necesito tu ánimo insertado en mis pensamientos, tus mejores deseos para mí unidos inseparablemente a cada momento mío, a cada respiración mía, a cada pensamiento mío, a cada porvenir que nace con cada segundo, cada uno de ellos presidido por tu sonrisa de beneplácito y benevolencia, por la deslumbrante sonrisa que porta un mundo de buenos deseos entre una y otra comisura de los labios… por esa sonrisa creadora de tantas ilusiones, de tanta felicidad y tanta vida, necesito que me sigas sonriendo a pesar de la distancia que se ha interpuesto entre mi presencia y tu ausencia, y necesito tu permiso y mi permiso para seguir viviendo a pesar de que ya no tenga el aliciente de compartir contigo mis pequeños triunfos, mis mínimos pasos, mis palabras descarriadas y mis ideas a veces infantiles, necesito mi permiso para no lanzarme al mar de los llantos y perecer ahogado en mi propio llanto ahogado, para no descontrolarme entre los dragones que me quieren comer, y poder alcanzar la orilla del porvenir con las mínimas heridas en el alma y en la mente y así poder tener algunas posibilidades de encarar los próximos años de tu nostalgia con un mínimo de viabilidad y con un poco de sentido, para que el vacío del vacío no me absorba y me meta en sus vacíos adentros y me contagie de su nada y me impida seguir en la búsqueda de una razón, cualquiera, que me convenza de seguir a pesar de los pesares que me inundan y a pesar de las inclemencias y a pesar de este sentimiento de desamparo que se ha instalado con la pésima intención de quedarse a perpetuidad, que no es mi afán, que mi afán es seguir estando bien aunque para ello tenga que negociar con los demonios que rigen los estados del ánimo y del alma y tenga que firmar un pacto en el que me abandone a sus requerimientos de rendición para que ejerzan en mí sus más refinadas torturas; a cambio de ello pediré que en algunos momentos pueda dormir y pueda olvidarte y pueda sentir una ilusión en la parte menos afectada de mi corazón destrozado y pueda ver con los ojos que antes no se conformaban con menos que el infinito, un simple, minúsculo, pálido destello de luz tranquila en el horizonte hoy quebrado de mi porvenir.
No sé si debo afligirte con esta sucesión de visiones apocalípticas y de sentimientos desgarrados o si debo dejarte que descanses en tu paz y debo fingir que me voy recomponiendo, que acato sin guerra la situación, que estoy en una aceptable paz y que me ha rozado un momento bueno, no lo sé, el caos impera por encima de cualquier claridad, la oscuridad es más deslumbrante que la luz, mi debilidad es más fuerte que mi fortaleza y mi fe ha perdido la fe y vaga rendida a merced de cualquier secta que la quiera convencer; el desconcierto gobierna sin oposición, la inseguridad cada día está más segura en su inseguridad y todo es como en estas contradicciones que te digo en las que yo me bamboleo a merced de la siguiente ola de las emociones sin poder hacer otra cosa más que encomendarme al dios de guardia para que me vigile y no permita que termine de hundirme en las aguas de mi propio llanto abatido, y rogar al ángel de mi guarda que cumpla bien su oficio y me mantenga por encima de este desbarajuste, que espero sea corto, un mal sueño de una mala noche, un estado perecedero con un final cercano en el que él sea el perdedor y no yo, y pueda volver a escuchar en cualquier momento el himno de la alegría y pueda asistir gozoso a la instauración para el resto de los tiempos de la paz que sobrepase todas las eternidades y convierta en una cosa pequeña a la palabra infinito. Así lo deseo.
Bueno, llegó el tiempo de tener que marchar, se acerca el empleado que todas las veces me ha tenido que recordar que terminó su jornada y que tiene que cerrar para que podáis descansar de esa silenciosa labor de psicoanalistas que escucháis la descarga de recuerdos y la protesta de la no resignación.
Descansa en paz.
Te quiero.
22 de Abril
Hola
Hoy he traído una carta en la que he escrito, para que no se me olvide nada, todo lo que te quiero decir. Escucha.
Otra vez 22 de Abril. Hoy hace exactamente un año que vine a verte por primera vez. ¡Cómo han cambiado las cosas! Entonces, ¿recuerdas?, veía imposible la llegada de este día y de esta serenidad. Ya me he acostumbrado a que no estás conmigo, ya sonrío sin remordimientos, ya puedo levantar la vista y mirar al cielo, al infinito… bueno, ya lo sabes porque llevas un año asistiendo en tu silencio a mis visitas casi diarias y me has visto pasar por todos los niveles posibles de desconcierto y has visto crecer poco a poco a mi futuro y has visto cómo un día te traje una pequeña ilusión, ¿te acuerdas?… una pequeña ilusión que a su vez fue pariendo otras pequeñas ilusiones y fue conociendo a otras ilusiones que estaban viviendo en otros sitios, y fueron volviendo otras que habían salido huyendo en vista del escaso porvenir que encontraban a mi lado, y también viste cómo un día llegaba la serenidad sin hacer ruido con su maletita de pocas cosas y su aura de calma y su lentitud y su paciencia, y otro día, gran día, traje los ojos brillantes del brillo de la vida, redondos y vivos, hablando más que mi boca que a esas alturas había desgranado ya todos los pensamientos y todas las inconexiones que se habían acercado a mi mente atraídos por la posibilidad de que yo descubriera su lado oscuro y les volteara sin conciencia y sin reparo durante todo este tiempo que me he comportado como el inquiridor impecable en su oficio que buscaba enemigos en todos los actos y como apóstata de mí mismo que me negaba la tranquilidad y había salido huyendo a la búsqueda de un cuerdo más razonable que me asilara en su estar más sereno ya que yo era por ese entonces el laberinto perdido en sí mismo que no sólo no aspiraba a encontrar la salida sino que ni siquiera permitía que se manifestaran los insurrectos pensamientos de querer salir de esa desdicha tan apreciada por mi alma tan atormentada, y todo lo que intentaba por ese entonces era iniciar otro círculo vicioso sin entradas para la luz y sin salidas para mi juicio tan hostigado por mis propias inclemencias, bueno, qué contarte a estas alturas que no sepas? después de haber sido durante un año el confesor de mis impenitencias que me ha absuelto sin dudar como si no existiera la posibilidad de no perdonar, después de haber consolado mis lloriqueos infantiles, mis sollozos desamparados y mis gemidos de madre con hijos en la guerra, después de haber sido espectadora discreta, confidente sutil, amiga serena, ¿con qué estado podría sorprenderte, qué suspiro no he suspirado? Vengo, y seguiré viniendo, a acompañarte por si es que nos sirve de algo, vengo y seguiré viniendo como homenaje perpetuo a tu paso alado por un trozo de mi vida que convertiste en espléndido y que siempre se sintió comprendido, animado y amado en el mismo centro donde se clasifican los sentimientos y se descubren a los falsos; allí se calificaron los tuyos siempre de óptimos y generosos, y se admiró la naturalidad de tu naturaleza y se valoró con la máxima puntuación tu donaire y tu gracia, la rotundidad de tu espíritu y la belleza de tu alma; tuvieron que inventar para ti adjetivos superlativos, admiraciones nuevas, aplausos de otra calidad sonora y paseos nuevos para que se deslizaran tus pisadas porque siempre fuiste para mí y para los que disfrutamos de tu estancia una mujer distinta, muestrario viviente de las cualidades, orgullo de la clase humana por la exposición continua de lo que se puede llegar a dar con el corazón o con las miradas, y no me mandes ahora esos mensajes que me llegan a la cabeza donde me dices que exagero y que idealizo tu ausencia porque es tu ausencia precisamente quien me hace ver con objetividad lo que no tengo y lo que no siento desde que no estás, ¿quién va a saberlo mejor que yo?, ¿cómo vas a convencerme de las cosas que yo sí sé y tú no sabes?, ¿a que no sabes a qué saben tus besos? sólo yo los he probado, ni siquiera tú ¿a que no sabes cómo mira una mirada tuya?, yo sí las he recibido, ¿a que no sabes cómo suena tu voz dicha al oído?, yo sí me he sentido embriagado por su perfume y aturdido por el susurro acariciante y por el roce de las palabras entrando una a una, besadas por tus labios antes de recitarlas con amor en mi oído, ¿a que no sabes cómo es tu calor, cuánto mide en el termómetro de tu pasión?, yo sí he sido quemado, bendito fuego, por tus dedos que jugaban por mi pecho y acariciaban todos los lugares de mi cuerpo, ¿a que no sabes qué es desear tu cuerpo? yo sí lo sé, sí recuerdo lo que es querer entrar dentro para estar más unidos que por el sólido lazo de los sentimientos, sí conozco el temblor emocionado de mis manos queriendo trazar caminos por tu piel, ¿ves como sí sé cosas de ti que tú no conoces?, sabes que en este momento sí estoy cuerdo, muy cuerdo, y te homenajeo con el sentir que has provocado o que has despertado de su letargo de mil inviernos, y sabes que expreso lo que siento… ¿para qué iba a inventar un pasado romántico sublimado por un conformismo que se niegue a aceptar que en alguna parte del mañana pueda hallarse una copia tuya?, ¿por qué iba a querer conformarme ahora con inventarme un pasado irrepetible y de esa forma convertir a la posibilidad en utopía? No te niego que en mis primeras desesperaciones pudiera engañarme de esa manera, porque es cierto; en cambio, la cordura ha hecho bien su trabajo y me ha traído hasta este mirador desde el que se ve todo con una objetividad que no necesita mentiras para alimentarse y cuya máxima aspiración es la ecuanimidad, la justicia intachable, lo honrado y lo decente por encima de la falsedad trampera que se encarna en parches que sólo sirven hasta la siguiente aparición de la verdad en su esplendor innegable y deslumbrante, que vivir no es otra cosa mas que honrar a la conciencia y no dejarse avasallar por la aparente tranquilidad de algunas mentiras que luego no se engañan ni a sí mismas y aceptar lo que hay y lo que hubo es la lección que me ha dado la vida durante un largo año de tu añoranza, con esos altibajos que tú has seguido de cerca, pero con la nota final de la comprensión, de la aceptación con una resignación que no se siente humillada sino comprensiva y el aprobado unánime de todas mis confusiones que me premian con su retirada al mundo de lo ya ocurrido con la promesa solemne de no regresar ni en los momentos de pérdida y abatimiento, ese es el acuerdo que he alcanzado con todos mis demonios que se han sentido vencidos por mi tenacidad y mi amor hacia ti. Mi desesperación salió huyendo, desesperada, por la amenaza tan serena que le hice de destituirla y relegarla al trastero de las emociones malas que se han quedado sin su reino de sembrar amargura, y ante la falta de protagonismo y la falta de mi derrumbamiento del que alimentarse tomó el sendero que le lleva a otra alma que en este momento estará iniciando el camino del que yo ya conozco cada recodo, y se atiborrará de su ánimo caído como un parásito rastrero que es, y le segará cualquier brote de tranquilidad que hubiera encontrado un resquicio en el que renacer, y será el bicho negro baboso abyecto de dientes tiznados que le beberá hasta sus bilis y se instalará con intención de perpetuidad en esa alma que atormentará con sabiduría y con el poder que le confiere la debilidad que se instala en los que después seremos sus rendidas presas, que es una desazón que no sé si conoces pero si no la conoces mejor porque para lo que aporta es mejor no tener la desdicha de ser su trofeo y es mejor poder seguir disfrutando de esas cosas que sólo valoramos cuando no las tenemos, como… la felicidad, el buen humor, la tranquilidad, la confianza, la buena compañía, como la tuya, y date cuenta que no he cambiado el tono de mi pronunciación desde que he comenzado este discurso peregrino que no sabrá dónde almacenarse cuando haya terminado de recrear en palabras con voz lo que antes sólo era una retahíla de pensamientos deshilachados vagando por el mundo inexistente, y eso quiere decir que aunque todavía deambulen por mi interior los ecos ya caducos de aquella rabia que me pobló y que ya tuviste ocasión de escuchar, en cambio no queda nada de la ponzoña que dirigía mi mente y mi confusión y creo que es el rumor de aquella mala etapa el que a veces sigue hablando sin fe, más como la rutina y el sonsonete de lo que he repetido en tantos momentos de locura de tu ausencia que como un sentimiento activo, por eso no debes preocuparte pensando que otra vez vuelvo al comienzo o que este año sin ti no ha servido nada más que para gastar el tiempo de mi vida en lágrimas, y las horas de la vida en quejarme con un lamento imperecedero que parecía ser el motivo de mi supervivencia sino que todo este año de nostalgia ha servido para sembrar el futuro y para aquietar a mi alma tan descorazonada preñándola de aliento para poder seguir y dándole unos mimos pobres al principio y más cálidos y seguros después, y hoy es el día que puedo reírme sin sentirme culpable y que puedo decir la palabra yo sin que tenga que estar inevitablemente unida a ti, y empiezo a confiar en un lenguaje sin sonido que le dice a una de las partes que viven dentro de mí que no tenga miedo y que se permita llevar el horizonte un poco más lejos, y que se permita repintar las nubes negras en un color que hable de ilusión y alegría y que se permita una luz, una flor, un brillo, unas ganas de vivir, una música alegre… una mirada de otra mujer… y una mirada a otra mujer… y todo esto te lo cuento con la tranquilidad que me da el saber que desde donde estés seguirás deseando, como siempre, lo mejor para mí y que serás un poco más feliz si me ves un poco más feliz y que tú has terminado de hacer lo que tuvieras que hacer aquí y yo en cambio tengo que seguir estando para disfrutar la vida porque me niego a creer que quien haya inventado la vida tenga ahora tan mala leche que quiere que yo siga estando aquí sólo para seguir pasándolo mal, y ahora me niego a creer que el Dios de la respiración me siga agitando el aire en los pulmones y el Dios del corazón no me lo reclame o se lo lleve después de estropearlo o arrancándomelo con sus colmillos de arrancar corazones si no es para que retome el paso de la dicha, la confianza de la esperanza y el brillo feliz que el Dios de la alegría deposita en los ojos de cada uno de sus venturados hijos como recuerdo del pacto que se firmó entre él y nosotros, en el que se acordaba con palabras doradas que estar en el mundo son las vacaciones y que los elementos de disfrute están repartidos por entre las puestas de sol y las lluvias, por entre cada despertar y las otras personas, y que los instrumentos para disfrutarlos son los sentidos cuando no están atrofiados ni distraídos, fíjate qué cosas digo cuando no pienso, cuando me dejo llevar por la verborrea incontenible del ser despierto que me habita, cuando mis emociones se saltan los muros de la razón estructurada, cuando habla el yo que es más yo que yo mismo como descubrió San Agustín, cuando no tengo que organizar las palabras de forma que se ajusten a los moldes establecidos y cuando me permito transgredir formalismos hipócritas, saludos estereotipados, sonrisas ortopédicas, plácemes bastardos y parabienes mentirosos; todo eso es lo que estoy haciendo que se convierta en continuo, que es una de las cosas que he aprehendido en este tiempo de orfandad, a no jugar en la vida y con la vida a lo que quieran los demás, y a no derrochar mi tiempo en ser un muñeco sumiso en esa parte de la sociedad que se siente en la obligación de ser un engranaje esclavo reverente, satisfecho de pertenecer a la fila de procesionarias que se mueren cuando se salen del camino que alguien les marca; mira, estoy en un tiempo de rebeldía pero no de rebeldía amotinada sino de rebeldía que es sensata y consciente y se erige en guía del único camino que me lleva a mí, estoy en un tiempo de rebelarme contra el tipo de vida que es sólo el consumo del espacio que media entre el nacimiento y la muerte para comenzar a existir, que es mucho más, y ya no quiero destruirme en desconsuelos y morir a llantos, sino que quiero empaparme de tus ganas de vida y quiero, ahora, y lo hago, arrodillarme ante ti para recibir tu bendición, el bautizo de tus mejores deseos, el abrazo que me aliente en mi nueva etapa, el ánimo inquebrantable, la sensibilidad para no olvidarte y la serenidad para no apegarme a la tristeza de tu falta, y quiero recibir el hálito de tus suspiros, el ángel de tu guarda que me acompañe a visitarte para contarte que a veces sufro pero comprendo, quiero recibir la indulgencia inagotable para aceptarme en los momentos de gritos y de llantos, y el recuerdo que me repita que en realidad la alegría y el optimismo son el premio, y así haré; cada uno de los mejores momentos que viva en tu ausencia serán la mejor ofrenda que pueda hacerte y ya sólo te pido que desde el cielo en el que te encuentres me bendigas con una paz que sea visible a los humanos y sea el símbolo del pacto que ahora firmamos, tú y yo, yo y tú, por el que nos comprometemos a un amor eterno.
Mientras llega el momento del reencuentro viviré del alimento de tus últimas palabras: “Te estaré esperando, te esperaré…”