Miento

Huyendo de mis terremotos sentimentales

me refugio en este oasis

de letras y ensimismamiento

(más me gustaría poder decir en-mí-mismamiento)

que es escribir estas pseudopoesías.

Aquí,

inventando un mundo de sentimientos etéreos

sin dueño y sin dolor,

me es fácil escapar de mi realidad.

Ahí fuera,

en la vida,

en mi vida,

se remueve el pasado

y reaparecen conflictos erróneamente desterrados;

ante la propuesta de enfrentarme a ellos,

y padecer sus quebrantos,

elijo la opción más cobarde:

no escribir acerca de mí.

Por tanto,

hablaré de otro que huía,

desesperadamente,

equivocadamente,

a este mundo que conoce un poco

donde las palabras,

serviles narradoras,

están a disposición de quien las compre,

y no dudan en contradecirse,

o en desalmarse,

o en fingir que existe pasión o cordura

donde en realidad no existe.

Aquí me dedico a buscar las palabras

sólo para que me acerquen al final de cada escrito,

con pasos ajenos,

y mientras eludir el vaivén de emociones

que recorren a ese otro que digo no ser yo,

para no tener que tomar decisiones a corazón abierto,

ni tener que asistir al nacimiento de los llantos

de ese otro que no soy yo.

Esta es una tribuna cómoda

en la que puedo hablar de flores,

flores frías como las flores frías,

o de escarchas dulces como caramelos,

o  de canciones en bocas de niños,

de niños jugando sin preocupación,

y de preocupaciones ajenas

como ajeno es ese otro que no soy yo,

a quien puedo hurgar en el corazón anestesiado

y diseccionarlo como si fuera un cirujano.

Sin embargo,

yo,

si tuviera que sentir en presente,

en el cuerpo del que esto escribe,

en el alma del que ahora miente,

en el corazón del que reniega,

que soy yo repetidamente,

temblaría de cobardía y de dudas,

lloraría de desespero y miedo,

y rogaría luz y discernimiento

antes de llegar a morir en este infierno.

Si fuera más humano,

y más responsable de mi destino,

y más dueño de mis actos,

o menos hielo y fugitivo,

me dedicaría a sentir

los escalofríos irrespetuosos,

las oleadas de sentimientos,

el suplicio de tu ausencia,

o tu presencia sólo en mis recuerdos.

Te añoraría entre sollozos,

desearía de nuevo tus besos olvidados,

rogaría tus caricias insistentemente,

desearía ansioso tu cuerpo,

tus pechos inmejorables,

tus besos de virgen,

tus ojos inquietos…

Ahondaría en la nostalgia de no tenerte,

en el deseo de tenerte de nuevo,

en la pareja que formamos,

en aquel pasado que, más que nuestro,

es del olvido.

En cambio,

en mal cambio,

te niego y reniego,

te eludo, te desmiento, te destierro…

y todo por borrarte,

para no sentir de nuevo el pálpito de mi corazón,

su latido insurrecto,

los temblores amables,

los cálidos recuerdos,

y la inquieta emoción de verte

y amarte sin miedo.

Algún día del Juicio Final,

ya no muy lejano,

me acusaré con motivos.

Francisco de Sales

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