Mi abuela y su calle

MI ABUELA Y SU CALLE

Apenas ve,

pero mira desde la ventana

con la atención de un historiador

que estuviese levantando acta

de la calle y sus transeúntes,

o como un notario diligente

que da fe de lo que es la vida

en esa calle donde mi abuela lleva viviendo

desde que contrajo matrimonio

con mi abuelo Fulgencio (Q.E.P.D.)

Se pasa horas mirando, aun sin ver,

traduciendo en su mente el barullo,

escogiendo y separando los olores

que no provengan de los humos,

captando palabras sueltas

como haría un radioaficionado novato,

y oyendo algún pájaro de vez en cuando.

Se cree la responsable

de que la calle siga viva,

de que los peatones vayan por la derecha

y que los perros no dejen sus recuerdos

esparcidos por cualquier lado.

Es su calle.

La vio recibir su primer asfaltado

y los cinco siguientes.

Cambió tres veces de nombre

de acuerdo a la ideología de los gobernantes.

Tuvo árboles y los arrancaron.

Una plazuela que al final se convirtió en aparcamiento.

Una pequeña tienda de golosinas.

Mercería Amparo.

Bar Las Tachuelas.

Almacenes Urbano

-que después pasó a ser Viuda e hijos de Urbano-.

Calzados Chicos.

Droguería Las Palmeras.

Ha invertido parte de su vida

en esa vigilancia cuidadosa,

callada, crítica, obsesiva.

Cada día amanece vigilándola,

cada noche le da las buenas noches.

Mi abuela… y su calle.

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