Amante.
Esa era la palabra
que mejor la definía.
¡Qué pobre o qué grande ser amante!, pensó.
Sólo quedan para ella las migajas,
los tiempos muertos,
los minutos que le roba a la otra.
Amante.
Con su carga de pecado,
su amor de segunda categoría;
mal vista por muchos ojos,
no aceptada en algunos corazones.
Amante.
Marioneta dislocada,
a ratos y clandestina,
ave en jaula de oro,
soledad sin compañía.
Amante.
No lleva otro apellido,
no son suyos todos los besos;
los dedos de él llevan otros rastros
y su corazón tiene dos latidos.
Amante.
Una vida en secreto,
un amor escondido,
siempre esperando la próxima,
siempre soñando con su amado.