Llovió
una llanto de ángeles huérfanos,
el sollozo de una madre que pierde un hijo
o una desesperación licuada,
durante aquel mes torrencial
que acabó pasando a la historia.
Llovió
a gritos, hasta el agotamiento;
eran emociones revueltas y dolor,
el grito de quien ha sido abandonado sin desearlo,
era el corazón desaguándose,
como la noche que no quiere que llegue el día.
Llovió
también sin palabras;
nació un mar ensimismado,
un mar espinoso,
un mar sin destino.