Si te hubiesen dicho en tu infancia
que un día serías un abuelo
-un abuelo como tu abuelo-,
lo negarías rechazándolo:
¡qué va, soy un niño!
Es una lástima que no nos preparen
para la vida -la de diario-
y para la VIDA -la bien vivida-,
para amar y para el amor
y sobre todo, para el desamor,
para darse y recibirse del todo,
para apreciar que cada día es un milagro
y trae un pan especial debajo del brazo.
Es un derroche que la única vida
se desperdicie de una manera imperfecta,
que haya que gastarla entera
hasta aprender cómo usarla
y que el Tiempo de los Arrepentimientos
no sirva para reparar el desperfecto
y sólo sirva para los reproches.
No hay que confundir el tiempo con la vida.
El tiempo es un concepto, la vida una realidad.
No hay que confundir pasar el tiempo con VIVIR.
VIVIR es de sabios,
pasar el tiempo lo puede hacer cualquiera.
No hay que confundir caminar con ir hacia el destino.
Caminar es dar pasos en cualquier dirección,
sólo ir hacia el destino es avanzar.