Se extasía mirando al infinito
porque es su mejor modo
de mirar hacia adentro.
Con los ojos cerrados,
adivina una levedad de sonrisa
pero por el interior de su boca.
Es indefinible e injustificable,
pero siente un aire de bondad,
un aroma a comprensión y perdón,
leves notas de autoaceptación.
Nunca hubiese imaginado sentir algo
tan parecido al amor propio
que le embriagaba y entusiasmaba.
Quiso pensar en el amor suyo
y entonces le explotó dentro un AMOR,
con mayúsculas,
en un grito.
La leve curva de su
-hasta entonces-
invisible sonrisa
atravesó la barrera
y apareció en la boca,
a la vista,
presumida.